Cada día se hace más evidente el férreo control del Estado sobre la libertad personal. Es claro y patente el incremento sobre la vigilancia, el control de los medios y de la dependencia fiduciaria; pero, en última instancia, lo ignoramos.
Si antes podíamos achacar este delirio y paranoia a los conspiranoicos, nos toca tragar saliva sabiendo que el mundo ahora está plagado de cámaras y micrófonos, de chips que monitorean tu ubicación, y de aplicaciones que guardan información sobre todo lo que dices, lees, buscas e investigas en la internet.
Esto nos sabe a poco en la actualidad. El reciente y desmedido bombardeo de información distorsiona y dispersa nuestra atención.
Pero lejos de repasar lo que ya sabemos desde el 2013, gracias a las filtraciones de Edward Snowden, hoy nos atañe otro capítulo en esta distópica saga. Específicamente, lo que parece la consumación de una política de gran hermano: el control irrestricto sobre el dinero.
¿En qué consisten las CBDCs?
Las monedas digitales de banco central, mejor conocidas por sus siglas en inglés como CBDCs son, sin lugar a dudas, la herramienta de control monetario más agresiva desde la instauración del dinero fiat. Pero para dar contexto, partamos desde la base: ¿en qué consiste?
Todo nace de la idea de los Gobiernos por aprovechar la tecnología de cadenas de bloques que usan las criptomonedas. Esta tecnología permite registrar de manera inalterable la emisión y circulación del dinero. En este sentido, una moneda nacional que utiliza la tecnología blockchain no podría ser falsificada, y todos sus movimientos quedarían registrados, contribuyendo a combatir el blanqueo de capitales y la evasión fiscal.
Esto parece una solución ideal para mejorar la seguridad y trazabilidad del dinero. Sin embargo, el problema radica en quién controla ese dinero.
La blockchain funciona por sí misma para Bitcoin, porque la emisión de Bitcoin es finita y su gobernanza está en manos de su comunidad; por tanto, no se puede manipular, censurar o congelar el uso de los fondos; tu dinero te pertenece a tí, de manera libre y autónoma.
Esto no sucede con las CBDCs, porque implica que un ente central regule la emisión y circulación, de buena fe y en beneficio de los ciudadanos. Evidentemente, frente a la ineptitud de los Gobiernos por mantener políticas económicas saludables, una CBDC se transforma en una bomba a punto de estallar.
El monopolio del dinero
Para ofrecer algunos ejemplos clave, una CBDC revelaría información sensible sobre tus estados de cuenta al Estado y sus funcionarios, sin necesidad de que estos deban solicitarlo al banco. Al mismo tiempo, cada moneda contaría con un registro de trazabilidad, por lo que sabrían cuánto dinero gastas, dónde lo gastas, cómo lo gastas, con que frecuencia, para que lo usas, y en última instancia, de quién lo recibes.
Esto se transfiere en una absoluta potestad del Gobierno para censurar pagos, bloquear transacciones y movimientos, cancelar retiros, congelar cuentas, etc. Todo esto, repito, sin hacer solicitud alguna al banco. Se trata de dinero programado.
Claro está, los Gobiernos deben garantizar el estado de derecho. Sin embargo, en los llamados países del tercer mundo, los cuales ahora se acercan más a legislaciones de este tipo, las CBDCs pueden caer en manos de los regímenes.
Al igual que en países como China, basado en patrones o calificación crediticia, pueden establecer sanciones a tu billetera en caso de no cumplir las condiciones impuestas al uso de tu dinero. Inclusive, pueden emitir ordenes de cobro automático tras una multa.
Varios personajes en la política y los negocios han hecho públicas sus preocupaciones sobre las CBDCs. Recientemente, el candidato presidencial de Argentina Javier Milei sonrojó públicamente al candidato y ministro de economía, Sergio Massa, por su intención de crear una moneda de este tipo. Al respecto, declaró:
“El gobierno podría trackear todas tus operaciones, y de esa forma cobrarte más impuestos. Es una herramienta extremadamente peligrosa. Por eso, a mí, todo ese tipo de soluciones no me resultan nada agradables porque son mecanismos por los cuales el gobierno te va a meter la mano en el bolsillo. Imaginate que el gobierno sepa de todas tus transacciones. Y sí, te va a subir los impuestos”.
La esperanza para los menos entusiastas
Si bien las CBDCs ya son una realidad, como hemos revelado en nuestro artículo sobre el estado actual de estos programas alrededor del mundo, no todo debe darse por perdido, porque existe una pequeña cláusula en todo el caso de las CBDC: las personas tienen que utilizarlas.
Esto parece un problema mínimo, pero para muchos países ya constituye un obstáculo importante; porque las CBDCs deben convivir durante un tiempo con el dinero común. Muchas personas no se adaptan a estos cambios sin necesidad aparente, y las empresas (especialmente las PYMES) no suelen recibir con los brazos abiertos las medidas impositivas.
Un ejemplo de esto es El Salvador, que a pesar de que tomó el rumbo contrario haciendo una moneda descentralizada de curso legal, se enfrentó al mismo rechazo, muy a pesar de los beneficios que Bitcoin aporta a las finanzas de los salvadoreños.
Aunque los Gobiernos traten de evitarlo, las poblaciones humanas siempre han encontrado la vía de comerciar de manera libre, con el método de intercambio acordado por consenso. Venezuela es otro caso evidente, dónde a pesar de que el dólar no sea una moneda de curso legal, los precios de casi todos los bienes y servicios están expresados en moneda extranjera.
En caso de que estos pilotos sean lanzados, el futuro de la política monetaria no se encuentra completamente en manos del Estado, sino en las manos de los ciudadanos, y de su voluntad por intercambiar valor de la manera en la que mejor les convenga.
